EL VAGON AMARILLO

lunes, 3 de agosto de 2015

BRAHMÁN DE LA HABANA




No pude salvar al mundo con el comunismo. Tampoco pude salvar a mi familia de las consecuencias que me trajo haber querido salvar al mundo con el comunismo. Entonces me propuse salvar al comunismo de comunistas como yo. Y fue así que he resuelto convertirme al brahmanismo. El problema es mi peso corporal. Debido a tanto esfuerzo fallido por salvar al mundo con el comunismo, engordé demasiado. Descalzo y sin ropas, sobrepaso las trescientas libras. Por suerte, casi la mitad de ese peso lo tengo concentrado en la mitad del cuerpo, a la altura del estómago, lo cual me permite mantener el equilibrio, igual que los aviones o los buques de carga. No puedo decir que el detalle me vendría mal para mi nuevo estatus de brahmán. Al menos de momento, mientras tenga que lidiar con el ascetismo que dispone Brahma para sus seguidores en este itinerario de ilusión que es la existencia en la tierra. Aunque más tarde, llegada la hora de la metempsicosis, mis planes pueden complicarse. Ciertamente no me explico cómo una gran humanidad física como la mía lograría desempaquetarse sin traumas en un ser etéreo. Una vez muerto quiero decir, durante la transmigración del alma que corresponde por ley y por destino a los brahmanes. Según los últimos cálculos, el cuerpo etéreo (entiéndase el alma, más otros pequeños órganos del espíritu), pesa unos 150 gramos. Más o menos lo que debe pesar un colibrí. No ha de ser tarea fácil para Brahma realizar semejante conversión: de más de trescientas libras a 150 gramos. ¿Cómo se las arreglaría? ¿Y si resulta que con lo muy ocupado que anda Brahma, decide encomendarle a otra entidad la misión de tan complejo desglose? Pongamos que se le ocurra asignarla a sus representantes en el infierno del Naraca. Y pongamos que éstos dispongan que para facilitar la metempsicosis, debo bajar de peso dándome baños de vapor entre sus llamas. Serían 500 años, según el código de Brahma, los que debo pasar como mínimo expuesto a los hornos del Naraca. Si por lo menos esos 500 años no fueran más que 500 años. Pero no he de perder de vista que para Brahma un solo día representa una serie de 86400000 siglos. En fin, bien pensado, tal vez necesite revaluar un tanto más juiciosamente el proyecto de convertirme en brahmán. Después de todo, no me iba tan mal queriendo salvar al mundo con el comunismo.
José Hugo Fernández, del libro “La novia del monstruo”.

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