EL VAGON AMARILLO

martes, 2 de septiembre de 2014

LA MANISERA QUE CANTÓ AL PAPA

Sólo consiguió una licencia (en la Oficina del Historiador de La Habana) para vender maní tostado entre los turistas que visitan el casco histórico


1 La manisera que le cantó al Papa- Foto JHF
LA HABANA, Cuba -Ella cantó en sesión exclusiva para el Papa Juan Pablo II. Es lo que me cuenta al menos, que cuando éste vino a La Habana, en 1998, fue escogida para cantarle a capela el Ave María de Gounod. Lo cierto es que posee una prodigiosa voz de contralto. En cualquier tramo de Obispo en que se encuentre, cuando empina el pico para anunciar “maní”, a uno le da la impresión de que es escuchada claramente a lo largo de las doce cuadras de esa calle, desde Monserrate hasta la bahía. Y conste que la divina manisera no grita, sólo pregona.
Es una morena jacarandosa y risueña. Se llama Lizet, pero muy bien podría llamarse Freddy, la que cantaba boleros. De hecho, sostiene que muchos le llaman así, debido al impactante parecido de su voz con la de Fredesvinda García, la impar Freddy, inmortalizada dos veces para nuestra historia, una por su voz y su estilo único de cantar boleros; la otra, por Guillermo Cabrera Infante, quien la convirtió en protagonista de una de sus obras mejor recordadas.
Pero a diferencia de Freddy, que ascendería a la fama desde su humilde puesto de empleada doméstica, la suerte de Lizet no le ha dado para tanto. Sólo consiguió una licencia (en la Oficina del Historiador de La Habana) para vender maní tostado entre los turistas que visitan el casco histórico. Aunque lo que ella pregona no está destinado al turismo como producto en sí, sino como espectáculo.
No en balde actúa únicamente en Obispo, ataviada con ropas y prendas de folclor, en tanto sus cucuruchos de maní son mucho más grandes y vistosos que el resto de los que se venden corrientemente en las calles habaneras, aunque al mismo precio, 1 peso, moneda nacional. Por más que lo parezca, Lizet no es exactamente una vendedora de maní, sino una figurante, labor por la que no gana ni un centavo extra. Sus honorarios son de manisera. Su real empleo es de actriz.
No obstante, ella está contenta. Dice que es el trabajo mejor remunerado que ha tenido en toda la vida. Antes, cuando ejercía su profesión de Educadora de Círculos Infantiles, no le iban bien las cosas. El dinero le alcanzaba malamente para una magra comida al día. Y encima debía costear la enfermedad de su madre, la cual padece “el mal de los ricos”, que es como Lizet le llama a la diabetes, por los impagables gastos que ocasiona en alimentación y en medicinas.
También estuvo cantando con algunas agrupaciones de música popular, pero ese es un mundo, dice, en el que si no cuentas con una buena palanca, de poco te sirven el talento y la calidad interpretativa. Entonces terminó optando por lo menos malo de lo que se le daba seguro. Y allí está, desde hace varios años, recorriendo Obispo de arriba abajo, mientras repite el pregón más breve y a la vez más cautivador entre los cientos de miles que pueden escucharse a diario en esta ciudad, que hoy vuelve a ser pregonera, luego de haber sufrido durante varias décadas un decreto dictatorial que amenazó con extinguir la tradición.
Con deliciosa modulación y con la excepcional potencia de su voz, Lizet se limita a decir “Maní” mientras camina. Cuatro letras le bastan para conquistar el auditorio.


Realizador de vídeo: Augusto César San Martín Albistur.

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