EL VAGON AMARILLO

viernes, 8 de agosto de 2014

LOS MUERTOS NO SALEN

(Publicado en Cubanet)
Por. José Hugo Fernández

En la foto vemos a un hombre viejo, ciego e inválido. Empuja su sillón de ruedas otro hombre más joven, que sólo puede utilizar la mano derecha, pues la izquierda la tiene inútil. Ambos van escoltados por una señora con evidentes dificultades para andar con sus propias piernas. Me resulta imposible evitar una lectura simbólica de este cuadro, captado en la esquina habanera de 23 y 12, justo el lugar donde se proclamó, hace 53 años, el carácter socialista de la revolución.

Desde luego que no pretendo ser descortés o irrespetuoso con los fotografiados. El asunto no va con ellos sino con la manera en que el instante que ha congelado la cámara (donde ellos aparecen por azar e inocentemente) nos activa el cacumen, remitiéndonos a una casi obligada interpretación metafórica en torno a las circunstancias en que hoy marcha la revolución socialista.
Tal vez este tipo de asociación no me hubiese asaltado si no tuviera frescas en la mente algunas boberías que leí en la prensa oficial y en ciertos medios especializados (como la revista Temas), acerca del futuro del socialismo y de lo que sus graciosos perfeccionadores consideran virtudes para imponerse sobre el capitalismo.

Hasta ayer fueron cómplices (y siguen siéndolo) de los caciques de esto a lo que llaman socialismo cubano, que es la dictadura más inútil y asfixiante que ha padecido el país. Ahora les da por venderse como empinadores del papalote de la utopía, proclamando la tercera resurrección del socialismo(*), el cual, por lo que parece, debe tener más vidas no digamos ya que el buen Jesús, sino que Drácula, condenado a morir cada mañana para resucitar en la noche.
Quieren decir más o menos que luego de las dos muertes que le ocasionaron Stalin y Lenin, en Europa, y Fidel Castro y Kim IL Sung, en América y Asia, ahora sí es verdad que están listos para insuflarle nueva vida al socialismo, estimulados quizá por el ejemplo de China, con su arte para mezclar en la hormigonera capitalismo con feudalismo, o por sistemas como el de Ecuador, donde el presidente arregla leyes para perpetuarse en el trono, como Dios en la tierra.
Sin embargo, los que así piensan no son los más dañinos, puesto que son los más torpes y burdos. Peores son los que dicen soñar con la utopía. Posando de etéreos como sus sueños y tan exactos como logaritmos, éstos anuncian que ya está en clímax la extinción del sistema capitalista y que únicamente el socialismo será capaz de remplazarlo. Apenas habría que ajustar algunos detalles referidos, dicen, a cambios en los métodos y en los objetivos de la producción.
Le ronca el mango que aún a estas alturas alguien nos venga con semejante fábula.
Claro que el actual sistema capitalista no será eterno, nada lo es. De hecho, está en crisis. Y sus millonarios adalides tendrán que ponerse las pilas para impedir que termine dando vuelta a la página. En la combinación de la dinámica económica, política y social radican sus esencias, y si ésta no se recicla sistemáticamente, no avanza el sistema, que es lo que está ocurriendo. Pero el capitalismo al menos cuenta a su favor con el beneficio de la duda y el de la esperanzada lógica.   

El socialismo, en cambio, no tiene futuro, porque no tiene presente ni tuvo un pasado real más allá de los manuales y de los horrores de cierta forma de gobierno neo-esclavista a la que endilgaron ese nombre. No obstante, en caso de haber sido algo, el socialismo (que no es nada) quizá sea pasado, un pasado túrbido, cuya renovación es improbable, ya que, tal como sentencia una perla de nuestra música popular, “los muertos no salen, del hoyo no escaparán”.
Y el motivo por el cual el socialismo es hoy un carapacho inánime y vacío no hace falta buscarlo en todo un siglo de esfuerzos fallidos por darle curso. Ni siquiera en las lindezas teóricas de sus presuntos perfeccionadores, que ya no logran adormecer a nadie más que a esos fanáticos y pancistas que se limitan a aplaudir desde lejos. Basta con apelar a un muy sabio y antiguo refrán, mediante el que parecen hablar los humildes del mundo, advirtiéndole a este hato de viudas de Marx: “Todo lo que haces para mí, pero sin mí, lo haces contra mí”.
Por lo demás, lo que se dirime hoy, de cara a un futuro más o menos próximo, no es si el socialismo, que nunca tuvo presente, podría trascender demostrando superioridad como sistema del porvenir, o si el capitalismo logrará renovarse desde sus esencias para no quedar a la zaga. Lo que se dirime es mucho más importante que las ideologías y los sistemas políticos. Se trata de la capacidad del ser humano para sobrevivir como especie, mediante un vuelco radical hacia la profundización del desarrollo de sus reservas espirituales e intelectuales.
No sé cuál será el resultado de tan dramático desafío. Pero todo indica que si termina en éxito, éste no va a depender de los caudillos patrioteros, ni de los millonarios indolentes, ni de los trasnochados perfeccionadores del socialismo.
(*) “Socialismo cubano: la tercera resurrección”, Ricardo Ronquillo Bello, Juventud Rebelde, 27 de julio del 2014: www.juventudrebelde.cu/cuba/...

La Habana, julio 30 de 2014. 

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