EL VAGON AMARILLO

miércoles, 30 de julio de 2014

Las amantes del coronel Sarazo


  
   No son flores en el lodo ni ángeles caídos, aunque quizás alguna llore un poco en alguna noche del turbión del verano o en alguna fría madrugada de febrero.
  Y él, siempre temible, y en ocasiones terrible, resulta ser cuanto más un sátiro aburrido al que ellas, como bacantes, gustosamente despedazarían con dientes y uñas.
  Se persiguen y se atraen. Nadie es culpable y nadie atestigua nada. Juegan a odiarse porque él, viejo asqueroso, las persigue, las fornica, las encierra, con mayor o menor ardor, según el brillo de su estrella y de acuerdo con la fosforescencia de cada una de esas putas de mierda.
  —No se ilusionen —le dice él a alguna que lo mira con los ojos encendidos de odio—. Pienso vivir todavía treinta años más.
  —Los puercos no duran tanto —susurra ella para sí misma.
  Y la vida continúa.

Ernesto Santana, del libro “Cuando cruces los blancos archipiélagos”.


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