PESADILLA 1
Estaba preso. La
celda era húmeda y oscura. Me dolían hasta las ideas, por tantos porrazos y
patadas. Supongo que entre sueños, vino un caimán sin dientes a susurrarme
palabras de consuelo: Si puedes contarlo –dijo-
es señal de que aún no te ha ocurrido lo
peor. Cuando lo miré bien, era Shakespeare. Extendí mi mano para agradecer
su deferencia. Pero ya no era Shakespeare, sino el bugarrón más temible del
penal.
PESADILLA 2
Yo estaba preso. Y
era el bugarrón más temible del penal. Me arrastré como un caimán hasta mi
próxima víctima: Si puedes contarlo –le
susurré- es señal de que aún no te ha
ocurrido lo peor. Él extendió su mano. Pensé que era para agradecer mi
deferencia. Pero de improviso, me destrozó el hígado con el cabo afilado de una
cuchara. Si al menos fueras Shakespeare,
escuché que decía, como única justificación, viéndome agonizar.
PESADILLA 3
Estaba preso. Uno
que me confundió con Shakespeare y el bugarrón más temible del penal,
compartían conmigo la celda húmeda y oscura. Entre sueños, vino a susurrarnos
el caimán sin dientes: Si puedes
contarlo, es señal de que aún no te ha ocurrido lo peor. Los tres a un
tiempo extendimos las manos para agradecer la deferencia. Y entonces ocurrió lo
peor.
José Hugo Fernández,
del libro de relatos “La novia del monstruo”.
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