EL VAGON AMARILLO

jueves, 15 de mayo de 2014

Peregrina

La ermita de la Virgen de Regla está aún cerrada a esta hora de la mañana. Va entonces hasta la orilla de la bahía para hacer tiempo. Un grupo de niños retoza entre las sucias aguas. Al verla acercarse, comienzan a levantar sus bracitos, todos a la vez, mientras gritan: A mí, tíramelas a mí. Una negra vendedora de flores le comenta que los devotos que vienen a pedir milagros o a formular promesas, suelen quitarse algunas de sus ropas y las tiran al mar, como dádivas para el reino de Yemayá. Los niños esperan en el agua durante todo el día, compitiendo entre sí por apoderarse de tales ofrendas, que luego venden o cambian por comida en el pueblo. Anda, quítatelas, tíralas, repiten ahora en coro, entre suplicantes y resolutorios. Ella no ha ido preparada, pero aquellos mocosos no admiten titubeos. Les lanza su chaqueta recién comprada en una boutique de Estocolmo. Y echa a andar rumbo a la ermita, cuyas puertas acaban de abrirse. A punto de entrar, una manita fría y húmeda toma su mano. Cuando mira, ve a varios niños de la pandilla. El que le sostiene la mano es el más pequeño y delgaducho de todos, pero, al parecer, el líder. Trae su chaqueta puesta. Le llega hasta los pies y está empapada. Mete la manita en uno de los bolsillos y saca algo. Mire –le dice-, se le ha quedado esto. Ella reconoce su monedero. Repara en que había echado al mar todo el dinero en efectivo que llevaba encima. No puede creer que se lo estén devolviendo. Pero toma el monedero. Lo abre. Comprueba que su contenido está intacto. Les pregunta: ¿Por qué me lo devuelven? Porque el puro nos mata si llegamos con eso a casa, se apresura a responder el líder. Extrae entonces dos billetes de 20 euros y se los entrega. La algarabía es tal que debe acudir un sacerdote a restablecer el orden en la puerta del santuario. Ella se queda observando a la pandilla cuando huye, jubilosa, calle abajo. De pronto, cree sentir algo muy parecido a la envidia ante aquella infantil capacidad para la dicha sólo por haber obtenido un poco de lo mucho que les falta. Precisamente para ofrecerle a la Virgen de Regla un poco de lo mucho que le sobra, a cambio de lo único que le falta, realizó ella este largo viaje hasta La Habana. Sin embargo, la devolución del monedero se le antoja una respuesta de Yemayá, antes incluso de su ofrecimiento. Dirige una última ojeada a la bahía. La vendedora de flores la está despidiendo con un amistoso ademán, como si supiera que ha resuelto regresar a Europa sin entrar a la ermita. 

 José Hugo Fernández, de su libro “La novia del monstruo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario