Recuerdo también que, a los veinticinco años,
ya se había graduado y había recorrido casi todo el país como hidrogeólogo,
estudiando diversos tipos de terreno para una empresa agrónoma; se había
casado, sin hijos; había abandonado la geología para probar suerte como joyero,
sin éxito; se había divorciado y, decidido a escapar de aquí, había intentado
irse en balsa o en bote seis veces, sin poder llegar nunca más allá de las diez
o quince millas, y, como fue capturado en tres ocasiones, tuvo que pasar varios
años preso por tentativa de salida ilegal del país.
A pesar de que no pensaba en otra cosa, su
obsesión de fuga no respondía a ningún plan concreto. Pepe Fadul no quería irse
a ningún país específico ni tenía familiares en el extranjero que pudieran
ayudarlo cuando saliera. No tenía la menor idea de si sus estudios de geología
le podrían servir allá para trabajar en alguna especialidad afín. Solo quería
irse y todo lo demás era secundario, aun a riesgo de perder la vida en el
intento. Finalmente lo logró: la balsa en que se hizo al mar con tres amigos
fue rescatada por un yate de lujo que los llevó hasta la costa de la Florida. A
partir de entonces, todas las noticias que nos llegaban de él eran muy vagas y
hasta contradictorias.
Nadie sabe en qué trabajó realmente, si
trabajó, aunque posiblemente había encontrado algo relacionado con su
especialidad. Lo extraño es que, de alguna manera extraña, volvió a su antigua
afición al buceo. Al menos eso pensamos cuando supimos que estaba empeñado en
alargar radicalmente el tiempo que una persona puede retener la respiración.
Parece que partía de la suposición de que, si uno puede resistir varios meses
sin ingerir alimentos bebiendo agua y, aun, varias semanas sin alimento ni
agua, ¿por qué no puede vivir sino unos pocos minutos sin respirar aire?
Después alguien que vino de California nos
contó en qué había terminado Pepe Fadul. La verdad es que todo parecía
demasiado exagerado para tratarse de él. Sin embargo, no había manera de
comprobar hasta qué punto aquello era cierto. Incluso la persona que nos habló
de él nos decía lo que alguien le había contado. En fin, en sus pretensiones
buscando la máxima resistencia a la falta de oxígeno había practicado algo que
se conoce como “hipoxia controlada”, que utilizan algunos deportistas para
aumentar su capacidad. Sin duda alguna, Pepe Fadul abusaba del método, o lo
hacía mal, porque muchas veces se le veía con la piel azulada y un aspecto
exangüe.
Entonces se fue al desierto de Mojave, en el
sur de California. Lo último que se sabe es que sostuvo cierta relación con un
viejo músico y pintor llamado Don Van Vliet, que tenía su casa en el desierto y
padecía de esclerosis múltiple. Pepe Fadul andaba solo. Se dice que buscaba
zonas donde la arena fuera bastante fina y de buen espesor, se sumergía y
nadaba muchos metros hasta reaparecer en otro sitio, como las serpientes del
desierto que procuran así escapar de las altas temperaturas. Pero él, se dice,
hizo inmersiones profundas en la arena, encontró refugios en lo hondo del
desierto donde había una temperatura agradable y cierta humedad. La última vez
que lo vieron ir a sumergirse ni siquiera llevaba, como otras veces, una
botella de agua.
Ernesto Santana, de un libro de relatos en
preparación.
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