Siempre
pensé que la tesura me resultaría incómoda. Pero ya he visto que es como todo
lo demás. Depende de la actitud con que uno la asimile. Y claro que es posible
acostumbrarse. En estas cosas estuve pensando durante casi toda la mañana,
mientras la gente pasaba, lanzándome sus miraditas frívolas o compasivas o
timoratas o sentenciosas o esquivas. Pero sin importunarme, eso sí. Ellos en lo
suyo y yo en lo mío. Me hubiese gustado que las cosas permanecieran así durante
otro largo rato. Pero en eso llegaron aquellos dos para echarme a perder la
faena. Uno debe haber sido el policía, y el otro evidentemente era el forense.
Uno dijo: Diablos, para morirse no tenía que poner una cara tan fea. A lo que
respondió el otro: ¿Y qué pensabas tú, que la muerte es tan definitoria como
para remediar ciertas innatas anomalías?
José
Hugo Fernández, del libro “La novia del monstruo”.
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