EL VAGON AMARILLO

domingo, 15 de febrero de 2015

EN CUBA ME AGUARDA EL FINAL DEL CÍRCULO DE MI VIDA


El autor de “La caverna de las ideas”, entre otras novelas, nunca ha regresado a la Isla, desde que salió con un año de edad. ¨Me he pasado la vida oyendo que soy español –dice en esta entrevista– pero mi hijo mayor insiste, que sí, que soy cubano”


somoza-foto-LA HABANA, Cuba -José Carlos Somoza, nacido en La Habana, en 1959, es un escritor con muy bien ganado éxito y prestigio internacionales. Por inusual concurrencia, sus novelas, a la vez que son asumidas como best seller por los lectores, resultan también fruto de un talento cultivado a partir de la frecuentación de los clásicos de todas las épocas (Shakespeare, Cervantes, Tolstoi, Stevenson, Dashiell Hammett, Philip K. Dick…) y de una proyección autoral que desborda los estrechos límites de los géneros para apostar únicamente por la buena literatura.
Desde su casa en Madrid, adonde fue llevado de muy niño por sus padres cubanos, ha tenido la gentileza de responder para Cubanet algunas preguntas acerca de las cuerdas emocionales que –conscientemente o no- aún le atan a nuestra isla.
jose-carlos-somoza_1JHF: Desde la Grecia antigua hasta Nueva Zelanda, desde Japón a toda Europa… los escenarios de sus novelas abarcan gran parte del planeta. Sin embargo, hasta donde sé, no ha ubicado nunca a un personaje suyo en La Habana, ciudad donde nació. ¿Será que le han faltado motivaciones, o acaso se trata de una exclusión ex profeso, pues de algún modo le duele el lugar que -por motivos políticos- debieron abandonar sus padres cuando apenas tenía usted un año de edad?
JCS: Ambas razones han sido (y son) importantes para mí. Mi infancia se desarrolló en un clima familiar donde hablar de Cuba daba lugar a llanto, rabia y frustración, y por ello siempre he mantenido al margen ese país en mi vida. Digamos que lo he negado: lo he borrado del mapa de mi inspiración, porque para mí es la tierra en la que mis padres y abuelos hubiesen deseado vivir, pero no pudieron, y se lamentaron siempre por ello. Ahora todos ellos han muerto. Todos desearon al final ser incinerados y que sus cenizas fuesen arrojadas al mar, y eso he hecho. No querían dormir para siempre en España: querían que el mar los llevase lejos, acaso de nuevo a la Cuba que perdieron. Y de la misma forma que he arrojado las cenizas de todo aquello que amé, probablemente arrojé Cuba con ellos también. No sé si para siempre, pero sí por ahora.
JHF: Me ha dicho un amigo: al lado de José Carlos Somoza, Paul Lafargue parece ser más cubano que Benny Moré. Es posible que tenga razón, pero me pregunto y le pregunto a usted, ¿acaso en su condición como hijo de cubanos, no creció bajo la nostalgia recurrente de la Isla, de sus comidas, de su cultura, y en especial de su música y de las múltiples frustraciones ocasionadas por la revolución?
jose carlos somosa 3JCS: Crecí, como ya he dicho, en un ambiente de gran dolor y frustración, ya que se daba el caso de que mi padre, como tantos otros engañados y traicionados en esa isla, era un notable opositor al régimen de Batista y apoyó a Castro desde el principio y tenía puestas sus esperanzas en él. No hay dolor mayor que el de quien se siente traicionado. Pero, naturalmente, mis padres siguieron siendo “cubanos” en España. Y aunque con el paso del tiempo evitaban hablar de Cuba y su política (entre otras cosas, debido al fuerte sentimiento pro-castrista de muchos españoles, muchos tan engañados o más de lo que mi padre había estado nunca), es cierto que la cultura, las comidas y la música cubanas siguieron formando parte de sus vidas, y de la mía, en cierto modo.
JHF: En librerías de “viejos” de La Habana (un mercado alternativo, por lo general) he podido comprar sus novelas “Clara y la penumbra” y “El cebo”. Sé que muy en especial la primera ha llamado poderosamente la atención de lectores habaneros. ¿No es posible (o no le interesa a usted) que sus libros lleguen a nuestras librerías de novedades, pertenecientes todas al Estado?
JSC: Mis libros, o al menos uno de ellos, ya llegaron a las mesas de novedades hace años. Alrededor de 2001 o 2002 me pidieron directamente desde la embajada cubana permiso –a través de su agregado cultural- para realizar una edición no venal de “La caverna de las ideas”, mi obra más traducida y vendida en el mundo. Mi padre vivía por aquella época, y tanto él como mi esposa me desaconsejaron aceptar. Pero yo pensé que mis ideas y sentimientos no tenían que ser obstáculos para que el lector cubano conociese mi obra, si así quería, de modo que (tras alguna reunión de embajada con el agregado), terminé aceptando. Por supuesto, edición “no venal” significaba que yo no iba a recibir absolutamente nada pero que ellos sí podrían vender el libro sin problema alguno, como así hicieron (creo que varias ediciones). Yo lo asumí y no me importó. Pero decliné fervientemente la invitación extraoficial del gobierno cubano a asistir a la feria del libro de La Habana.
jose carlos somosa 2JHF: ¿Conoce lo que se escribe hoy en Cuba, en materia de literatura fantástica y de terror, las cuales alinean entre sus preferencias? ¿Conoce o frecuenta en general a los clásicos de nuestra literatura, ya que es usted un devoto de los clásicos? ¿Mantiene comunicación con escritores cubanos de adentro o de la diáspora?
JCS: Conozco a algunos escritores cubanos con los que a veces mantengo contacto. Algunos de ellos bastante amigos. En general, hemos coincidido casi siempre en la célebre Semana Negra de Gijón, donde tantos de nosotros nos hemos reunido, y casi todos ellos pertenecen a la diáspora. Nunca he hablado de Cuba con ellos, sin embargo, y la amistad que les profeso es independiente del tema cubano.
JHF: ¿Ha visitado La Habana, siendo ya un escritor de éxito internacional? ¿Le gustaría recorrer los sitios donde vivieron y donde alguna vez fueron felices sus padres?
JCS: Nunca he regresado a Cuba desde que salí con un año de edad. De siempre mi esposa (que es española, como mis hijos) me ha instado a que recupere mis “raíces” alguna vez, sea esto lo que sea. Quizá lo haga algún día, no lo sé. No voy a negar que en Cuba me aguarda, probablemente, el final del círculo de mi vida. Es posible que necesite cerrar ese círculo, o esa herida que mantengo abierta como si se tratara de llevar una antorcha olímpica y ardiente entregada por mi familia. Es verdad que a veces siento ese pasado como una carga honda que necesitara abandonar por fin. Curiosamente, me pasé toda la infancia oyendo decir que yo era español, no cubano. Sin embargo hoy día, mi hijo mayor (que apenas conoce nada de esto ni fue involucrado nunca en cuestiones de nostalgia y pérdida como yo lo fui) insiste, quizá con cierta ironía, en que, en realidad, sí soy cubano. De modo que así me he quedado: con mis padres diciéndome que no lo soy y mi hijo diciéndome que sí. Y lo peor del caso: no tengo ni la menor idea de qué significa ser cubano.

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