EL VAGON AMARILLO

sábado, 22 de febrero de 2014

UN MAL TROPIEZO

Juraría que era el fantasma de Freddy, la que cantaba boleros. Me arrimé para orinar pegado a la pared del viejo edificio donde alguna vez estuvo el Bar Celeste. Y de pronto, un bulto, negrura megalítica entre las negruras, encaprichado en ayudarme a bajar el zíper de la portañuela. Soy una mujer que canta, entonaba el bulto con voz de contralto. Era tan omnipresente e infranqueable como debe ser la selva a medianoche. No sé hasta dónde hubiese llegado si no logro zafarme de sus brazos con un esfuerzo de último minuto, situándome fuera del alcance del cañón que traía oculto debajo de la carpa de circo que usaba como saya. Mientras más corría calle abajo, por Infanta rumbo al Malecón, más atronadora y apremiante y cercana sonaba en mis oídos la voz de contralto: los muertos y los travestis —repetía—, estamos cada noche más indóciles.

José Hugo Fernández, tomado del libro “La novia del monstruo”. 



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